domingo, 12 de abril de 2009

HOY CENE CON CRISTO

Gracias por su servicio. Que Dios los bendiga...

Hoy tuve una reunión de trabajo. La verdad es que había muchas cosas para hacer, más de las que me imaginaba, sólo esperaba que hubiera gente bien dispuesta y generosa.

En medio de la reunión se largó una tormenta de aquellas. Fue impresionante como llovió. Como mis viejos estaban de viaje, y yo había dejado todas las ventanas abiertas, decidí hacerme una escapadita a casa para cerrar y evitar que se me inundara –gracias a Dios no pasó nada-. Tanto llovió que se inundó todo -hablo de la calle-, a tal punto que preferí guardar el auto en el garaje y volverme en remis. Iluso de mí, no sólo no había remises sino que tampoco taxis y ni siquiera colectivos, por lo que tuve que volver a la parroquia un poco corriendo y un poco caminando. Me mojé mucho, además para entonces,estaba realmente inundado -en el cruce de una calle el agua me llegaba a la rodilla, era impresionante como corría el agua, parecía un arroyo-. Llegué tarde y empapado.

La reunión terminó y yo me volví para casita. Como no tenía ganas de esperar el colectivo y además no sabía si pasaba o no, decidí volverme caminando.

Ya no llovía. Venía tranquilo paseando un poco, pensando en las cosas que iba a hacer mañana, bastante distraído. En una de esas vi a un señor sin casa durmiendo en el hall de una casa. No me llamó la atención que estuviera durmiendo ahí -lamentablemente, la triste realidad de mi querido país me tiene muy acostumbrado a estas postales- sino una herida muy pero muy fea en su pierna. Realmente me impactó.

Seguí caminando pero me quedé con esa cosa adentro. Hice unos metros y me crucé con una pizzería. Entonces se me ocurrió comprar una pizzita y compartirla con aquel señor.

La verdad que fue una hermosa idea, compré una grande de muzarella y una latita de sprite. El señor estaba acostado pero no dormía. Entonces me acerqué y le dije que había comprado pizza, si quería comer conmigo. Me dijo que sí y con bastante dificultad si incorporó para comer. Empezamos a comer la rica pizzita y a charlar un poco. Primero del clima, luego le pregunté por su herida -no voy a entrar en detalles porque realmente es muy impresionante, pero imagínate lo que sería: hacía ocho años que la tenía y ya tenía una úlcera.

Me ofrecí varias veces a acompañarlo al hospital, pero me dijo que tenía alcohol yodado que le daban en el hospital. Además me dijo que no quería ir al hospital porque ahí le ponían vendas y las vendas se le llenaban de gusanos... me dijo que esa herida dolía más que la misma muerte y la verdad es que olía como ella-.

Estuvimos charlando un rato. En realidad me costaba bastante entenderle porque no tenía dientes y además se trababa mucho, tenía muchas dificultades y se babeaba. Igual pudimos mantener una linda charla y me contó alguna que otra anécdota.

Este señor tenía barba, unos rasgos muy marcados en su cara, unos ojos marrones con una mirada muy profunda, pelo corto y con rulitos, y estaba muy sucio y con mucho olor. Me dijo que se llamaba Jesús –me sentí raro cuando dijo esto- que no tenía hijos y que vivía por ahí.

Jesús miraba la gente que pasaba y me mostró cómo se divertían los que estaban en el restaurante de enfrente, pero en su mirada no había resentimiento. En sus palabras tampoco.

Estuvimos como una hora y pico comiendo y charlando y la verdad es que la pasé lindo, muy lindo.

Honestamente me afectaba su situación y pensé en aprovechar que mis padres no estaban para invitarlo a darse una duchita en casa. La verdad es que no me animé, no porque fuera a hacerme algo o robarme -estaba demasiado débil para ello- pero igual no me animé.

A eso de las 12.05 le dije que era muy tarde para mí y que debía irme. Lo miré a los ojos y con todo mi corazón le deseé que Dios lo bendijera. Después seguí para casa.

La verdad es que hoy tuve una cena hermosa. Cuando estaba caminando para la parroquia y estaba todo mojado y las calles inundadas, me arrepentí de no haber llevado el auto. Un rato después me di cuenta de lo buena que fue aquella decisión, porque después de todo, mi plan para anoche era cenar sólo... y terminé cenando con el mismo Cristo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario